Nueva portada

El dibujo de la portada del blog fue realizado con el mayor de los cariños por FerchuM, quien se hace responsable de las críticas que puedan existir contra los garabatos antes mencionados.
La obra es en papel A4 borrador del laburo (detrás hay un proveído que el juez nunca firmó), y la pintura es a base de lapicera negra parker, birome bic negra y liquid paper gastado.
Téngase en cuenta al momento de la crítica que este miembro del grupo carece de conocimientos de dibujo, de caricatura, de perspectiva, de arquitectura, de filosofía, de política, de negocios... resumamos en la idea de que carece de conocimientos en general.
Por otra parte, si ud. es miembro del grupo y no se encuentra en el dibujo no implica que haya sido olvidado, sino que es cuestión tal vez de abrir un poco la imaginación y pensar: "mmm... ¿ese seré yo?"

domingo, 8 de febrero de 2009

CRONICAS QUE VALEN UN PERU (El hospedaje en Cusco)

El hospedaje en Cusco


Tras una costosa bajada del micro, las piernas entumecidas por el adormecimiento sufrido a raíz de la poca distancia existente entre las butacas luego de un viaje que duró más de diez horas, pisé tierra firme e inmediatamente ingresé al edificio de la terminal para ponerme a resguardo del frío áspero de la mañana cusqueña.

Con Ernesto, ya rumbo hacia la ciudad capital del imperio del Tawantinsuyo, nos habíamos preocupado por tratar de resolver qué haríamos al llegar, dado que no habíamos hecho reserva de ningún hospedaje y el horario en que arribaríamos no sería de los más adecuados como para ponernos a buscar, con el peso de nuestras mochilas a nuestras espaldas. No habíamos alcanzado conclusión alguna, pero afortunadamente no fue necesario, dado que en la mismísima terminal, uno era invadido por un batallón de individuos que recomendaban hospedajes y explicaban los beneficios y precios de cada uno. Por lo que luego de una ligera investigación de mercado nos inclinamos por la propuesta de un tipo de treinta y pico de años, bajito y de rulos oscuros que se paseaba por la terminal con un bigote cortito y que prometía que podríamos dormir lo que quedaba de la madrugada sin pagar por ello una noche de más.

El hotel al que íbamos en taxi pintaba prometedor. El volante decía tener duchas con agua caliente y desayuno, además de comodidades como Internet o televisión con cable. Puede resultar ridículo para quienes leen que se mencione la televisión con cable como algo bueno para un viaje como el que estoy narrando. Quién sería capaz de festejar tener cable estando en Cusco, una ciudad reconocida a nivel mundial porque se encuentra cubierta de construcciones coloniales muchas de las cuales tienen un basamento incaico, una ciudad con historia, con imponentes construcciones, una ciudad que en cada esquina emana esencia de Inca. Yo. Es que una de las cosas que se me privó en toda mi vida fue el acceso a la televisión por cable. Acostumbrado de toda la vida a soportar los míseros cinco canales de aire (no cuento el canal América TV porque no tiene buena recepción y parece un canal codificado) con su miserable y patética programación que promueve a salir del encierro, cada vacación que pasé en hospedajes con cable fueron una bendición para mí. No implica esto que no conozca las ciudades que estoy visitando, sino simplemente que, además de ver la magnificencia de los sitios elegidos para conocer, me informo de la existencia de canales como Retro (antes Uniseries), Cinecanal, HBO, Sony, Universal, Animal Planet, etc., y me nutro de su programación, tan inaccesible durante el resto del año. Sin ánimos de ahondar mucho más sobre este punto, agrego que la fecha elegida para visitar Cusco se trataba ni más ni menos que la época de las lluvias, y si bien creímos por un momento que por “época de lluvia” se entendía que cada diez o quince días llovía, lo cierto fue que nos llovió casi la totalidad de las jornadas que pasamos en dicha ciudad. Por lo que tener televisión fue una maravillosa manera de evitar tardes torrenciales a la intemperie, y eso se notó en la variada filmografía observada: Tiempos Modernos, Los fantasmas de Goya, Hombres de Negro, entre algún que otro fragmento de otra película.

El taxi luego de dar un par de vueltas, lo cual no nos importó en lo más mínimo ya que tanto en Perú como en Bolivia no existe el miserable y detestable taxímetro y los precios se acuerdan de antemano, enfiló por una avenida ancha y vacía de doble mano en la que a lo lejos llegamos a divisar un edificio que tenía un cartel que rezaba: “Plaza de Armas”, y tras doblar hacia la izquierda aprovechando que ningún auto pasaba por el carril en contramano, nos metimos por una calle angosta de un solo carril llamada Q’era. Hizo dos cuadras y media y apagó el motor. Habíamos llegado. Mientras sacábamos nuestros equipajes del baúl, el taxista se dirigió a las puertas de madera de gran tamaño y golpeó las mismas con un tocador de bronce con forma de puño. Encima del portal se leía “Hotel Gran Machu Picchu”. La puerta se abrió mientras pagábamos al chofer la tarifa acordada e ingresamos. Tras hacer el check in nos dirigimos hacia la habitación apreciando la interesante casa colonial en la que nos encontrábamos. En el primer patio reposaba un rectángulo cubierto de flores y vegetación protegido por una reja negra de un metro de alto. Luego seguía un corredor techado que desembocaba en el patio trasero. A las habitaciones que daban a los patios se ingresaba a través de una puerta doble, baja, de madera trabada con un pasador-cerrojo antiguo de hierro. Y luego parqué en el suelo, paredes rosadas y techos altos, y un ruido de motor soberanamente hincha pelotas que a cada hora, hora y algo, arrancaba y trabajaba por unos quince minutos. Las camas, manteniendo la impronta colonial, tenían sus maderas trabajadas y si uno se revolcaba demasiado en las mismas podía sentir el crujir de las tablas por debajo del colchón. Enfrentado a las camas, quebrantando la estética virreinal y haciéndonos recordar nuestros orígenes, la presencia de nuestra época actual, un televisor negro de catorce pulgadas.

Por las mañanas el despertador sonaba alrededor de las diez de la mañana para avisarnos que ya era horario de desayuno, por lo que, sin importar la hora en que nos hubiésemos ido a acostar, dábamos un salto rezongón, salíamos al patio trasero, que era al que daba nuestra habitación, cruzábamos al primero adornado con sus plantas, árboles y flores, ascendíamos por una escalera lateral al primer piso y ahí, improvisado en un pasillo, nos sentábamos en unas mesas junto a unos ventanales que daban al patio. El desayuno consistía en un plato con unas cuantas fetas de jamón con el tamaño de una púa de guitarra, cubitos de queso de cabra, aceitunas negras (sí, parecía más una picada que un desayuno) y bolitas de manteca, y además a cada mesa le correspondía una panera, una azucarera y un platito con mermelada. Para beber uno podía escoger de entre tres termos: café, leche o agua caliente, y a su lado, en una canastilla de mimbre, se encontraban a disposición de los comensales los sobres de té puro, mate de manzanilla o mate de anís. Para los infantiles, como Ernesto y yo, no podía faltar el polvo de cacao para hacerse una chocolatada. Finalmente, una jarra de jugo de papaya espeso fingía ser jugo de naranja y solo unos pocos llenaban sus vasos con ello, los que desayunaban ahí por primera vez.

El 31 de diciembre, último día del año, nos había encontrado cansados luego de una excepcional noche del 30 en uno de los boliches de Cusco. De modo que decidimos ir a reservar el tour para ir al Machu Picchu y volvernos al hotel para dormir una siesta. La siesta se prolongó durante todo el horario del almuerzo y al despertar notamos que lo que los oscuros nubarrones vaticinaban ya era un hecho. No encontrando más fuerzas que encender a nuestro amigo televisor nos deleitamos viendo a Chaplin en sus andanzas de Tiempos Modernos y al terminar la película decidimos salir a ver cómo seguía lloviendo.

Si bien nos preocupaba un poco que estuviera tan feo encontrándonos tan cercanos al año nuevo, ya habíamos bajado los brazos de hacía rato. Personalmente sentía que no iba a ser el año nuevo que pensamos al elegir la ciudad. Hasta el momento no habíamos podido tener la posibilidad de conocer a nadie. El hecho de que durmiéramos en un hotel en lugar de un hostel impedía encuentros en lugares comunes, los patios generalmente estaban vacíos, la computadora en la recepción no ofrecía demasiadas chances de generar diálogo con quien la estuviese usando, y en el desayuno las mesas o estaban vacías o eran ocupadas por individuos de edad avanzada que hablaban idiomas desconocidos. Por otra parte, siempre que llovía no me gustaba salir al patio dado que el día anterior habíamos salido a caminar y una tormenta de lluvia y granizo encharcó mis únicas zapatillas. De modo que con las zapatillas todavía secándose en el interior de la habitación, salir a ver cómo llovía para que se me mojaran más, realmente no tenía sentido. Pero esa tarde el patio con su lluvia tenía una luz especial, una razón para salir a verlo, un sentimiento metafísico, esperanzador, que sin explicaciones me hizo calzar las ojotas de Ernesto y salir a verlo. La puerta de la habitación de la izquierda estaba abierta y al rato se asomó una muchacha con un cigarrillo y un encendedor en la mano. Encontrándonos ambos cubiertos por el mismo balcón y salpicados por la misma lluvia, comencé una conversación banal. Muy simpática, comentó que era española, que estaba con dos amigas, coincidió que la lluvia no era lo mejor que podía pasarle a Cusco para año nuevo y finalmente nos ofreció de sumarnos a cenar con ella y quince personas más. No dudamos en aceptar.

Nuestra noche de fin de año comenzaba a modificarse radicalmente.


Ernest ingresa a la habitación del hotel con la clásica botella de agua mineral que nos permitía evitar los efectos del agua cusqueña (muy similares a los efectos del Activia) y su gorrita de lana olvidada en algún hospedaje. De fondo, el compañero de los días de lluvia.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy bueno Fer, quiero mas!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

what pass Año Nuevo en Cusco??? te vi muy abrazado a las españolas!!!!!!!

Anónimo dijo...

ejem... me dejaste intrigada: donde esta el resto del relato del encuentro con la española?


hay fotos del viaje? yo no vii :S