Nueva portada

El dibujo de la portada del blog fue realizado con el mayor de los cariños por FerchuM, quien se hace responsable de las críticas que puedan existir contra los garabatos antes mencionados.
La obra es en papel A4 borrador del laburo (detrás hay un proveído que el juez nunca firmó), y la pintura es a base de lapicera negra parker, birome bic negra y liquid paper gastado.
Téngase en cuenta al momento de la crítica que este miembro del grupo carece de conocimientos de dibujo, de caricatura, de perspectiva, de arquitectura, de filosofía, de política, de negocios... resumamos en la idea de que carece de conocimientos en general.
Por otra parte, si ud. es miembro del grupo y no se encuentra en el dibujo no implica que haya sido olvidado, sino que es cuestión tal vez de abrir un poco la imaginación y pensar: "mmm... ¿ese seré yo?"

martes, 26 de enero de 2010

Las caminatas al Glaciar Martial y en el Parque Nacional Tierra del Fuego

El año nuevo en Ushuaia, el fin del mundo, según le dicen, nos dejó con un sabor amargo en la boca. Después del asado que comimos bajo una llovizna intensa que, por momentos, se podía llamar lluvia, y habiéndose las manecillas del reloj marcado las doce el cielo se mantuvo apagado, como una noche cualquiera. “Es que acá hay muchas casas de maderas, por lo que los fuegos artificiales están prohibidos”, nos explicaron.
De cualquier manera, la alegría de las vacaciones y del fin del año y la esperanza de uno mejor, fueron suficientes para enfrentar tanto la lluvia que caía cuando se le daba la gana, y por lo general era en los momentos menos deseados, o ante algunos pedazos de carne gomosa que servían para sacar músculo en la mandíbula.
Una vez finalizado nuestro brindis con licor de chocolate con menta, salimos en el auto hacia un bar, en busca de fiestas. El pub irlandés al que entramos, si bien parecía divertido, fue una lágrima, por lo que siguió una desesperada búsqueda de boliches, sobre todo de parte de Ernesto, a quien habiéndole subido el licor de chocolate con menta al cerebro quería descocar y terminar la noche abrazado a una mujer o símil, y de última a una botella.
Desafortunadamente para él, la búsqueda se tornó infructuosa y tras su despavorida huida al enterarse el precio del último reducto de esperanza, el boliche El Náutico, desaparecieron sus intenciones de festejar el año nuevo entre luces de colores y reggaetones de letras berretas.
En resumen, el año nuevo comenzó con un madrugador despertar que nos hizo aprovechar el día al máximo. Por la mañana hicimos el sendero de la baliza, un circuito desde la costa del Beagle frente al territorio chileno, que se introducía por bosques y praderas siempre con vistas increíbles hacia el canal; y por la tarde viajamos en auto hasta la base del Glaciar Martial desde donde emprendimos su ascenso hasta alcanzar un punto en el que decidimos tomar unos mates sumergidos en la humedad de una nube que descendió sobre nosotros.
El día siguiente abandonamos el camping y nos internamos en el Parque Nacional Tierra del Fuego, donde pasaríamos una noche en camping agreste, sin pagar más que el acceso al Parque.
Antes de instalarnos, aprovechamos para recorrer un par de senderos: la Bahía de Lapataia, un mirador de aves donde solo vimos uno con cuello blanco en la lontananza y que por hallarse entre los pastizales sólo veíamos su cabeza y cuello, que repetía un movimiento sincronizado que nos hizo dudar si no sería un animatronic del estilo de las películas de Spielberg.
Hasta entonces los pies, aunque cansados venían respondiendo más o menos bien, la espalda de Ernest amenazaba con quebrarse como una rama seca y Eze “Teseo” Birman estaba hecho una fiera que quería subir todo lo que fuera posible. Esto generaba una controversia de compleja resolución: por un lado Eze, conductor y por lo tanto controlador del poder, deseoso de realizar la subida al cerro Guanaco, al que también llamamos Huanchaco, Monte Chingolo, etc., que en total implicaba para la subida y bajada unas cinco horas mínimo; por otra parte, los Fernandos, conmigo como líder detractor de la idea, que aún sabiendo que la vista debía ser maravillosa desde arriba de todo, era realista de su imposibilidad física de subir siquiera a un hormiguero; y Ernesto y su dudosa espalda, en un término medio, jugando con su indecisión.
El autoritarismo birmánico desoyó a la mayoría de tres a uno que pretendía hacer el sendero de la castorera y manejó hasta la base del cerro Guanaco, cuyo inicio era compartido por la senda al hito XXIV. Afortunadamente para la mayoría, en el punto de bifurcación del sendero yacía un amenazador cartel que además de mencionar la necesidad de calzado adecuado y ropa cómoda (que varios carecíamos, sobre todo Ernest y sus chinelas agujereadas y yo y mis zapatillas sin plantillas), indicaba la recomendación de ingresar antes de las doce del mediodía. Lamentablemente para Monsieur Birman, eran las tres de la tarde o más tarde y no quedó otra opción que el hito XXIV, es decir, la caminata hacia el límite fronterizo con Chile, al cual se accedía bordeando la costa de un lago, pasando por bosques con árboles tumbados por el viento y otros que crujían sobre nuestras cabezas. La caminata aunque sencilla era larga y le dedicamos unas horas en ir y volver.
Los pies comenzaban a doler.
Una vez finalizado el recorrido, con Ernest hicimos exigencia de nuestro vulnerado derecho, consiguiendo ser llevados al recorrido de la castorera donde no vimos ni un castor, pero sí sus obras de ingeniería hidráulica, a la vez de nos que nos informamos sobre su intrusión en el ecosistema a raíz del hombre y los perjuicios que ello implicó.
La última caminata del día fue una senda “interpretativa” de la Laguna Negra, en donde no encontramos ni psicoanalistas ni lingüistas o semiólogos, sino unos carteles educativos que enseñaban lo que era un turbal y que no viene al caso que lo explique.
Tras la presencia de un zorro, el armado de la carpa y cenar un plato de arroz nos acostamos para relajar los doloridos cuerpos y descansar bajo el apacible manto de la madre naturaleza, y esas composiciones musicales compuestas por agua de un arroyo, el viento agitando las ramas de los árboles y hasta los sonidos apenas imperceptibles de los insectos. Hasta que de pronto fuimos víctimas de unos desgraciados sin gusto, atentadores del estado de naturaleza, asesinos de paz y contaminadores de la calma y la dulce melodía natural, que llegados con, a falta de una, dos camionetas, pusieron en sus estereos música electrónica a elevados decibeles cagándose impunemente en todo. Amen de nuestra bronca, que no era poca, Teseo, todavía inyectados los ojos de sangre por no haber podido escalar su deseado Guanaco, salióse de la carpa cual bestia embravecida y en blancos calzones largos pidioles con cierto tono de exigencia que apagaran aquella detestable antinatural sintética música para poder descansar. Se desconocen los pensamientos de aquellos imbéciles de poca altura mental que obedecieron al mandato birmánico. Tal vez sintieron que realmente era un horario inadecuado para semejante volumen. Prefiero creer que la verdadera razón de su obediencia inmediata fue la furtiva mirada de un Teseo salido de las casillas enfundado en una suerte de calzas blancas.


Epígrafes:
Foto 1 der: El ruso Salzman ahumándose en pleno intento de hacer el fuego para el asado de fin de año, bajo la llovizna.
Foto 2 izq: Representación fotográfica de los vendavales que enfrentó el grupo en el camino de la Baliza.
Foto 3 der: El grupo completo posa tras haber ascendido al Glaciar Martial.
Foto 4 izq: En el Parque Nacional Tierra del Fuego finaliza la ruta 3 (la Panamericana). Teseo, por motivos que se desconocen, se tira al suelo y hace gestos al cameraman (en ese momento, el Ruso Salzman).
Foto 5 der: Miembros del grupo junto al hito XXIV. Sus rostros buscan contener la decepción por haberse encontrado un triángulo naranja como hito.
Foto 6 izq: Demostración de habilidad del Ruso Salzman para revivir el fuego que calienta nuestra pobre alimentación.

domingo, 17 de enero de 2010

Patagonia 2010: Comienza la aventura

La mañana nos encuentra sumergidos en profundas calmas de films mentales, en funciones oscuras que proyectan nuestras mentes y que no solo rara vez se repiten sino que incluso contadas veces terminan. El quiebre es paulatino en mi caso, que de a poco regreso a mi cuerpo y doy cuenta que me rodea una bolsa que me hace gusano, dentro de una carpa junto a mis compañeros de viaje, Ernest "Ruso Salzman" y Ezequiel "Teseo" Birman. No es la primera vez que madrugo, estoy habituado a ese castigo. Intento vanamente despertarlos, pero el triunfo será de una chillona y tosca alarma de celular que suena al otro lado de la carpa.

Estamos en el camping El Ovejero de El Calafate, al cual llegamos luego de ser practicamente los que cerramos el Aeropuerto Armando Tola, una pequeña estructura de alto vuelo. De ahí a la ciudad tuvimos que contratar un económico taxi que nos costó ni más ni menos que ochenta pesos.

La planificación para el día, organizada antes de acostarnos, se pone automáticamente en marcha. Habiendo dormido lo necesario para emprender el viaje en auto rentado, de reducidas dimensiones engullimos unos panes milagrosos para engañar ligeramente la hambruna producto de saltearse una cena y salimos rumbo hacia el sur, a 800 kms nos esperaba el próximo destino: Ushuaia.

A medida que avanzamos, los paisajes se tridimensionan y las conversaciones derivan en temas de cualquier tipo. ¿Adonde vamos? Tal vez no lo sepamos con exactitud. Nos dirigimos a Ushuaia pero probablemente esa respuesta sea bastante incompleta como para dar cuenta de nuestros conocimientos. Solo sabemos que cruzamos ciudades, fronteras y un estrecho marítimo bajo un cielo que va adquiriendo las más variadas tonalidades a lo largo del día, desde un intenso azul a un celeste salpicado de nubes blancas a un cyan verdoso que irá ennegreciéndose a medida que el sol se retire a sus aposentos, tras los cerros nevados del oeste. También veremos los cambios en los climas y la vegetación, que de unas tierras desérticas de pastizales xerófilos se irán transformando a lo largo de kilómetros en un culminante e impenetrable bosque de pinos y fríos árboles de madera blanda.

Pienso que la naturaleza consigue lo que dos pueblos no lograron, unirlos en semejanza natural, en parte del mismo mundo. Mientras el poder y la ambición se esfuerzan en diferenciarnos, ya sea a través de conflictos, guerras o símbolos estúpidos, la naturaleza deja al descubierto una mirada más sabia y probablemente más humana, la eterna igualdad.

El ripio en el lado chileno nos demora. Ezequiel maneja con sumo cuidado el Ford K 2009, y a cada ruido producto de golpes de piedras que saltan contra el chasis del auto, por mínimo que sea, lanza una sarta de blasfemias y reduce la marcha. Es que como el auto es alquilado, constantemente viene a su mente la imagen de la señora “parca pero gentil” de la agencia a la que, de seguro, no le hará gracia alguna ningún tipo de abolladura ni pinchadura de tanque de nafta.

Por suerte alcanzamos el territorio argentino y su ruta asfaltada, y en esa mitad de la isla, la ciudad de Río Grande, Tolhuin y luego de unas curvas y contracurvas en plena noche que Ernest consiguió pasar sin dejar de crisparnos los nervios y jugando a ser un corredor de Formula 1 en el circuito de Mónaco, llegamos a Ushuaia. Allí nos encontraríamos con Fernando, un compañero del secundario de Ernesto, quien por mensaje de texto nos diera las coordenadas exactas para que fuéramos a buscarlo y de esa manera completar el grupo.

Con el auto recargado, comenzamos a trepar por las calles de la ciudad del fin del mundo en busca de un camping donde pasar la noche. El primero en aparecer fue el camping “La pista del Andino” que tenía un costo excesivo pero que más adelante descubriríamos que se justificaba pagarlo y nos quedaríamos dos noches más. Ernest, sacando su lado turco, se acercó al dueño en busca de una rebaja, ejercitando su famoso y tan perfeccionado por los viajes anteriores “regateo”, pero la sorpresa fue tal ante la negativa que no pudo siquiera disimular su consternación y enojo.

Al día siguiente descubriríamos que desde donde nos habíamos ubicado teníamos una vista de parte de la ciudad y hacia arriba un cerro con un espacio libre de árboles que en invierno se transforma en pista de esquí. Por lo demás, el camping estaba equipado con agua caliente, agua potable, cocina con gas, proveeduría con precios para europeos y una parrilla junto a la carpa, desde la cual Ernest comandó nuestro contraasado de fin de año, dado que los administradores del camping cobraban $100 la cena de fin de año, que consistía en asado libre, no incluía bebida salvo por la sidra del brindis y una mesa dulce. Desde ya, los precios para cohabitantes del país eran similares a los que se les cobraba a los europeos, porque, claro, sería injusto para ellos, sería “desigual” según la política de uno de los dueños del camping. Simpáticamente, olvidaban que los pobres europeos cobran sus sueldos en euros y pagar esa suma por una cena era para ellos una ganga, mientras que para nosotros una patada en las bolas. Pero dejamos que sean felices con sus adorados europeos que les daban las ganancias que andaban buscando, e hicimos la nuestra.

Como se verá más adelante, salió bien pese a todo.


Epígrafes:

Foto 1 izq: FerchuM en el estrecho de Magallanes se la da de facherito y no le sale.

Foto 2 der: Teseo finge que comanda la balsa que cruza el estrecho.

Foto 3 izq: Fer en la Pista del Andino. Detrás suyo se aprecia el hueco hecho en la montaña para hacer el famoso esquí en invierno.

Foto 4 der: El ruso pasa junto al Ford K que nos acompañara en este comienzo del viaje