Nueva portada

El dibujo de la portada del blog fue realizado con el mayor de los cariños por FerchuM, quien se hace responsable de las críticas que puedan existir contra los garabatos antes mencionados.
La obra es en papel A4 borrador del laburo (detrás hay un proveído que el juez nunca firmó), y la pintura es a base de lapicera negra parker, birome bic negra y liquid paper gastado.
Téngase en cuenta al momento de la crítica que este miembro del grupo carece de conocimientos de dibujo, de caricatura, de perspectiva, de arquitectura, de filosofía, de política, de negocios... resumamos en la idea de que carece de conocimientos en general.
Por otra parte, si ud. es miembro del grupo y no se encuentra en el dibujo no implica que haya sido olvidado, sino que es cuestión tal vez de abrir un poco la imaginación y pensar: "mmm... ¿ese seré yo?"

domingo, 19 de abril de 2009

La crónica del buen beber

A continuación, Teseo, desde Francia, nos vuelve a dejar en claro que no labura un corno y la está pasando de lujo en el viejo continente.

por "Teseo" Birman

Todos saben perfectamente que yo soy bastante glotón. En cada cena, asado o reunión en la que haya comida lo constatan.

Saben, también, que en mi voluntad de conocer Francia incluí con primacía su gastronomía. Francia es famosa por sus quesos (los ingleses dicen que Francia es el país de los quesos que apestan).

Pero, tanto como por sus quesos, Francia es reconocida por sus vinos. Y si bien yo no soy un gran bebedor, cada tanto tomo alcohol, y muy de vez en cuando tengo, con él, alguna experiencia digna de ser contada. Aquí van dos.

Durante las vacaciones de Navidad, a finales del año pasado, fui a la ciudad de Blois, para conocer los castillos que se encuentran a orillas de la Loire.

Fui recibido en casa de los padres de Claire, una vecina de Jonzac. Julien, su novio, me había advertido que con la madre de Claire no pararía de comer, y con el padre, de tomar vino.

Aproveché la advertencia para llevar, como presente, una botella de vino blanco de Alsacia, muy reconocido en Francia. Pero lo que no pude fue intuir hasta qué punto iba a experimentar en carne propia la advertencia de Julien.

El padre de Claire (Alain) es un conocedor de vinos. Hizo varios cursos de enología, y sabe en serio. La noche de mi llegada, hicimos un aperitivo en el que hubo champán (o algo así, un vino con burbujas –pero diferente de lo que en Argentina conocemos como «vino espumante»). En la cena desfilaron algunas botellas, no porque tomáramos mucho, sino porque Alain tenía varias abiertas a la vez, acompañando con cada una un momento distinto de la comida.

Creo que el sábado, al día siguiente de mi llegada, durante la cena (la segunda) Alain me preguntó si quería probar no sé qué vino. Yo me puse un poco incómodo, no porque temiera ganar una reputación de borracho, sino porque no quería abusar de la hospitalidad que me dispensaban. Dicho esto, Claire me respondió, con una sonrisa pícara: decile que sí, así aprovecha y toma él también.

El aperitivo con vino con burbujas se repitió en las cinco cenas que hice allí (puedo agregar que las cinco veces, sin importar el número de bebedores, tomamos una botella entera). Pero lo mejor fue el lunes, cuando conocí los castillos de Chambord y Cheverny.

Ambos se encuentran muy aislados, y sólo se puede llegar en auto. Alain se ofreció a llevarme. Así, durante la mañana recorrimos Chambord, el más famoso de los castillos de la región.

Al mediodía fuimos a almorzar. En un restorán italiano, pedimos pastas, y como no podía ser de otra manera, una botella de vino. 750 ml a tomar entre los dos, al mediodía. Sin que quedara una gota.

El castillo de Cheverny lo recorrí en un relativo estado de somnolencia, que de todos modos no me impidió apreciarlo. Lo que sí me impidió fue mantenerme despierto una vez vuelto a la casa, de modo que apenas pisé la habitación que ocupaba me tiré a dormir una siesta, de hora y media.

Llegada la hora de la cena, se hizo el respectivo aperitivo con el respectivo vino con burbujas y la respectiva comida con su vino apropiado.

Creo que lo mismo se repitió el martes, último día que cené en Blois.

Lo mejor es que eso fue sólo el preludio del pedo que me agarré, junto a muchos otros asistentes de español, el miércoles 31, para ir a esperar el nuevo año, cagado de frío pero enormemente alegre, cantando y gritando cosas como «les assistants, les assistants», a la Torre Eiffel.

Por lo menos en España, los vascos tienen fama de chupar bastante. En Francia, todos reconocen al País Vasco francés como uno de los lugares más alegres, divertidos, y donde la noche es más entretenida.

Valérie, una profesora del liceo, nació en Bayonne, una de las principales ciudades del Pays Basque (lo escribo en francés para distinguirlo del País Vasco español). Amén de estar enormemente orgullosa de su región, es una mujer super alegre, solidaria y simpática. Y desde ya que testaruda, como buena vasca.

Con mis viejos estuvimos en la casa de su madre, en Bayonne (y sí, mi afán de currar alojamiento contagió a mis viejos). Y algunas semanas después, Valérie me dijo que quería que yo fuera de vuelta, que teníamos que encontrar una fecha para que yo fuera otra vez.

Definimos un fin de semana, y un viernes a eso de las 22.30 hs bajaba del tren. Fui super bien recibido, y, charlando, supe que el sábado jugaban al rugby el Biarritz contra el Bayonne, y que iríamos a verlo a un bar de la ciudad.

Ese sábado al mediodía almorzamos con vino, lo cual me provocó un tremendo estado de sueño que derivó en una reconfortante siesta (de hecho, Valérie tuvo que despertarme para que nos fuéramos).

Sin cenar, fuimos a un bar céntrico. Hicimos una vaquita (pero en euros), y empezaron a desfilar los vasos.

Yo pedí cerveza negra, esperando que fuera Guiness, parecida a la Quilmes Stout. Pero resultó ser una cerveza negra amarga.

Terminado mi vaso, y sin que me dieran tiempo de pedir, me llegó otra cerveza, igual a la anterior, que no pude rechazar.

Cuando devolví el vaso vacío, pedí que el próximo contuviera cerveza rubia. Sin demora, mi pedido se materializó.

Creo que cuando el partido terminó ya había tomado cinco cervezas.

Como el Bayonne había perdido, nos fuimos a ahogar penas a otro bar. Esa vez, fue un vaso de vino.

Ya medio cansados, volvimos sobre nuestros pasos a buscar a la gente que había quedado en el primer bar, y milagrosamente me llegó otro vaso de cerveza.

Nos volvimos caminando al departamento, con Valérie y su marido. Yo no sé si hablaba francés o si simplemente gruñía, pero seguro que lo hacía a los gritos. Nos sentamos a comer pan con queso, y con una enorme pesadez y un sonoro aturdimiento me fui a dormir.

El trabajo de asistente es un robo. Por eso, la mejor prueba de que acá trabajo como docente es haberme puesto en pedo con una colega.

miércoles, 1 de abril de 2009

El número solicitado no pertenece a un abonado en servicio

Hoy es un día triste. No se debe a cuestiones amorosas, crisis existenciales ni soledades vacuas, tampoco se debe a peleas de amistades, ni siquiera se vincula con la muerte de Alfonsín (me caen bien los defensores de la democracia y todo, pero no creo que amerita que le dedique una nota). Mi tristeza es de las que dejan marcas en la piel de la memoria y que, con el paso del tiempo, la huella queda.
En mi caso, la tristeza deviene de la culminación inesperada, tal como la muerte misma, de un proceso de creación grupal, intelectual y político. Se trata del desvanecimiento de un blog de interés, de una página firmemente instalada en mis favoritos, el blog de Don Discepolín, que en un abrir y cerrar de ojos fue deleteada de la existencia de la vida, suprimida en un grito de silencio sin ecos. No era erróneo el suponer que hoy los mundos pueden ser destruidos apretando solo un botón. Hoy ese botón fue apretado y un mundo murió. Era pequeño, de palabras, con algunas imágenes, pero siempre pocas, con comentarios, con clamores y risas, con sorna y respeto, con ficciones y realidades, cargado de verdades/mentiras (el término “verdad” en general da para la discusión) y acusasiones.
Está claro que no nos hacen más hombres el repetir verdades o mentiras, sino el criticar, el cuestionar constantemente, el luchar contra las zonceras en general. Y ese blog era eso, una crítica, una voz tras un estrado gritando en nombre del pueblo, pidiendo igualdad de condiciones, exigiendo castigo y rogando por memoria eterna para evitar cometer los errores que ya cometimos, un blog que ya desde su nombre daba cuenta de su esencia crítica con el emblemático interrogante: “¿A mí me la vas a contar?”.

Se desconocen los motivos de la decisión adoptada por el autor, pero es seguro que deben existir fundamentos que avalen la medida. También se desconoce si fue eliminado en un ciento por ciento de internet y del tiempo, quedando solo un fugaz resplandor en la memoria de los que tuvieron la suerte de visitarlo, o si por el contrario, se salvaron los textos y muchos de los ricos comentarios, poemas y contrapuntos que se escribieron a lo largo de su existencia. Pero los blogs son de quienes los escriben y administran, y la discrecionalidad del artista hace que las decisiones que tome no deban fundarse salvo que él lo desee.

Es una linda experiencia la de tener un blog. A veces, generador de angustia ante la falta de ideas, o la imposibilidad de publicación por el silenciamiento del alma, ese objetivo secreto al que apuntan los medios comunicacionales en general, con su avasallamiento visual, auditivo y psicológico. Además que ser creativo, ser original, no siempre es fácil, y existiendo tanto para leer y ver y escuchar, nos autorreprimimos, absteniéndonos de hablar acerca de cosas ya habladas, cosas ya dichas, y no nos damos cuenta que a veces es lindo oír lo que ya sabemos con acentos personales, con esas voces que los ojos advierten en las líneas de un texto, como la voz irónica y sarcástica de Discepolín, o las voces poéticas que en reiteradas ocasiones aparecieron en sus publicaciones cuando no en los comentarios. Tiene sus complicaciones, y sus traumas psicológicos, pero la sensación que genera el ver que hay comentarios nuevos, que la gente mencione el haber leído lo que uno escribió, las mismas críticas o halagos volcados, el encontrar gente que dice: “Siempre pensé lo mismo” o un “Me dejaste pensando...”. Ese es el momento de mayor satisfacción del autor, quien luego de una lucha exhaustiva para consigo mismo, para enfrentar y vencer a la vagancia, pasa por el rudo proceso de escritura que tantos dolores de cabeza provoca, y finalmente alcanza su primer satisfacción al ver que ya está escrito y que está bien, que su idea logró plasmarla en palabras, en letras. El resto es plus, es la satisfacción potenciada, y colma de alegría. El feedback del receptor llega al emisor. Hay alguien del otro lado. No estoy solo en una sociedad cada vez más individualista. Todavía alguien escucha.
Hoy mas que nunca es importante que gente como Discepolín siga hablando y si no ha hablado aún que se anime a hablar, porque actualmente se necesita escuchar gente inteligente, ya que hay mucho zonzo dando vuelta, diciendo pavadas, y una pavada muchas veces repetida tiene el peligro de adoptarse como verdad. Nada más peligroso. Por eso, es el mayor deseo de quien escribe que aparezcan nuevos blogs, que la gente hable, que diga lo que tiene para decir, que opaque con su voz el griterío infernal y sin sentido que nos invade por doquier, y que la ausencia de Discepolín no sea un adiós, sino un hasta luego.