Nueva portada

El dibujo de la portada del blog fue realizado con el mayor de los cariños por FerchuM, quien se hace responsable de las críticas que puedan existir contra los garabatos antes mencionados.
La obra es en papel A4 borrador del laburo (detrás hay un proveído que el juez nunca firmó), y la pintura es a base de lapicera negra parker, birome bic negra y liquid paper gastado.
Téngase en cuenta al momento de la crítica que este miembro del grupo carece de conocimientos de dibujo, de caricatura, de perspectiva, de arquitectura, de filosofía, de política, de negocios... resumamos en la idea de que carece de conocimientos en general.
Por otra parte, si ud. es miembro del grupo y no se encuentra en el dibujo no implica que haya sido olvidado, sino que es cuestión tal vez de abrir un poco la imaginación y pensar: "mmm... ¿ese seré yo?"

sábado, 25 de octubre de 2008

Un truco inesperado

No volaba una mosca en la cocina del bulo de Ernesto. El nunca confiable reloj de pared, marcaba una hora y cuarto menos de la que realmente era. Sólo el ruido del calefón se animaba a quebrar la calma del recinto.
-¡Truco! -cantó Ramón cortando el silencio de ultratumba.
Ferchum lo miró con avidez, casi rogándole que tuviera las cartas que a él le faltaban. Por su parte, Discepolín intercambió miradas con el ruso, preguntándole en un diálogo telepático si Ramón estaría mintiendo o si por el contrario estaban cargados. El ruso le guiñó el ojo, y su amigo entendió al instante que se había carteado el ancho de basto.
-Quiero –dijo a su pesar el mellizo. No era de agradarle la trampa, pero quizás el estilo salzmaniano le trajera un poco de aire a la incómoda distancia en la puntuación que llevaban anotada.
Ramón jugó un tres, apurando a Ernesto.
“Ese tres es nefasto, aplastalo” le dijo con los ojos Discepolín. El ruso entendió de inmediato y colocó la carta matufiada. Ferchum aprovechó la ocasión para descartarse un cuatro de oros inútil que no le había servido ni para el envido. La carta que cerró la ronda fue el rey de copas, augurando para la siguiente mano la posibilidad de cartas ganadoras.
-Estamos al horno, ¿no? –dijo FerchuM en voz alta, con un dejo de sobreactuación.
-Presiento que están cargados –murmuró Discepolín ante dicho comentario.- Jugá callado.
-¡Quiero retruco! –bramó Ernesto.
“¿Qué hacés?”, interrogó Javier con la mirada. Nadie lo percibió, los contrincantes miraban atónitos al cantor Salzman.
-Quiero ver –dijo Ramón antes de que su compañero se fuera al mazo. El ruso jugó un seis de espadas. Al otro lado de la mesa, su compañero de equipo no pudo más que dedicarle unas emotivas y silenciosas palabras de bronca. Ferchum jugó un siete de basto y se sonrió porque al menos pudo ganarle a la primera carta de la ronda. Discepolín jugó un dos de espadas y Ramón le siguió con un dos de oros. Todos miraron quién había ganado la primera mano, y Ferchum y Ramón no pudieron más que respirar con tranquilidad cuando recordaron que la primera había sido de ellos.
-Zafamos –murmuró Ferchum mientras sentía como el aire volvía a sus pulmones y le hinchaba el pecho-. Che, ruso, traete más manís que se acabaron.
-¿Hay coca en la heladera para el fernet? –preguntó Ramón.
-Sí… hay bastante. Agarrala –respondió Ernesto, que se encontraba en una posición complicada para levantarse dado que estaba sobre el ancho falso que había intercambiado por el ancho de basto en pleno juego.
Sonó el timbre. Los cuatro se miraron, y Ernest explicó que seguramente era la loca que vivía unos pisos más abajo para manguearle algo para comer o guita.
-No voy a abrirle. No tengo nada para darle. Ayer vino y le encajé una porción de pizza que tenía en la heladera desde la última vez que nos juntamos…
-¡Pero eso fue antes de que se fuera Teseo a enseñar español a Francia! -exclamó Discepolín asombrado.
-Esa mina es de hierro… no te preocupes…
El timbre volvió a sonar una vez más y luego se oyó el ruido del ascensor. Seguramente se habría cansado de insistir.
-A todo esto, ¿qué estará haciendo Teseo ahora en Francia? –preguntó Ramón mientras armaba en la hielera el fernet.
-¿Se habrá agarrado a la canadiense? –murmuró Ferchum.
-No -contestó Discepolín, y con sorna agregó-, seguro que el Eze a esta hora está todavía morfando…
-Qué bien que la hizo el desgraciado… -concluyó Ernesto.
Iban a arrancar nuevamente a jugar los pocos puntos que quedaban, cuando de repente, Ramón sobresaltado llamó la atención de sus amigos.
-Che, muchachos, miren eso…
Señalaba hacia la ventana de la cocina. Todos se voltearon para ver y descubrieron que, flotando en el aire, del otro lado del vidrio se veía caer una suerte de nevada fosforescente.
-¡No! ¡No abras, Ferchum! –pronunció Ramón atajando a su amigo.- Esto me da una mala espina.
-Hay algo flotando en el aire… como si nevara… –dijo Ferchum.
-Sí, y estamos en primavera… hoy al mediodía hizo un calor de cagarse… Esto no es normal… Coincido con Ramón, no abras –apoyó Ernesto.
-¿No notan como un silencio total…? –preguntó Javi.
-Vayamos a ver la calle desde el consultorio… -propuso el ruso aprovechando el estupor del resto para deshacerse del ancho falso.
Se abalanzaron hacia el sector del consultorio del padre del ruso, desde donde avizoraban la calle Uruguay y su cruce con Bartolomé Mitre. En la calle, un par de vehículos habían perdido el control y se encontraban subidos a las veredas y chocados contra los frentes de las casas que daban a la calle. Un par de personas yacían tendidas en la vereda, dando una imagen escalofriante.
Quisieron prender la radio, pero el ruso confesó que se había quedado sin pilas y se había olvidado de comprar nuevas.
-Llamemos a nuestras casas –opinó Ferchum. Pero luego de probar llamar dos veces desde su celular cambió de parecer.- La puta madre… me dice que el saldo en mi cuenta está por agotarse y que por favor realice una nueva recarga... ¡Teléfono de mierda! ¿El tuyo Ernest?
-Me lo olvidé en casa… ¡A ver mellis cuando se compran uno ustedes!
-Yo no voy a andar con esa bosta encima… -ratificó Discepolín.
-Yo tampoco –agregó tajante Ramón.
-¿Qué hacemos, muchachos? Esto es algo terrible… Además, siento como si ya lo hubiera vivido… como un deja vú -mencionó Ferchum.
-Y sí, es el comienzo de El Eternauta… -le dijo Ramón.
-Con razón me sonaba tanto… Encima Bacacay no me mandó ningún mensaje… A esta altura ya me tendría que haber mandado uno diciéndome algo al respecto… -balbuceó Ferchum- No sé… aunque sea que le gusta ver nevar mientras cocina ñoquis o algo así.
-En una de esas en Belgrano no está cayendo esta nevada radioactiva… no sabemos cuántos kilómetros afectados hay… -comentó Ramón sin dejar de mirar a través del vidrio.
De repente, el ruso pegó un grito que sobresaltó a todos.
-¡MIREN!
Caminando por entre los autos y la gente que yacía muerta en la vereda, andaba un hombre con traje de goma que le cubría todo el cuerpo, y con una suerte de antiparras en los ojos y un filtro a la altura de la boca, a través del cual podía respirar. Cargaba un rifle al hombro y miraba todo lo que lo rodeaba.
-¡Ese tipo copió la vestimenta del eternauta para que la nevada mortal no lo linche! ¡Como no se nos ocurrió! –exclamó Discepolín. Y acto seguido, agregó:- Ruso, ¿tenés un traje de goma?
-No.
-¿Impermeable?
-No…
-¿Cortina de la ducha?
-No…
-¿Piloto? ¿Botas? ¿Antiparras?
-No, no… ah, antiparras sí -dijo el ruso mientras mostraba unas de nadador olímpico. Después tengo un par de bolsas de Supermercado Día, son bastante gruesas, pero no sé si tengo suficientes como para hacer un traje.
-Hmm… no creo que sirva demasiado todo eso… -opinó Ramón nervioso.
En eso, el hombre que caminaba por la calle se topó con una mujer que acababa de salir del edificio, vaya uno a saber por qué motivo, quedando cara a cara con el individuo disfrazado.
-¡Ernest, mirá! ¿Esa no es la loca que viene siempre a manguearte comida?
-¡Sí!
-¿Por qué no la mata la nevada mortal? –preguntó Discepolín sorprendido.
-¿No te dije que esa mina es de hierro? No hay con qué darle… -murmuró Ernesto.
A lo lejos se oyó que una voz alterada por un megáfono gritó: “Corten”. Y acto seguido, una mujer con un séquito de individuos con handys y audífonos se acercaron a la loca, que se había abalanzado contra el hombre disfrazado y lo aporreaba con su cartera, y la separaron.
Inmediatamente descubrieron las cámaras de filmación y, arriba de los techos, tipos con ventiladores que arrojaban partículas que hacían parecer que caía en la cuadra una nevada fosforescente. Ferchum recordó haber leído en alguna revista de cine que filmarían El Eternauta y todo adquirió sentido y lógica.
A la loca la debieron internar después del susto que se pegara en aquella ocasión, y los muchachos nunca terminaron de jugar esa memorable partida de truco en el bulo de Ernesto.

sábado, 18 de octubre de 2008

FerchuM y esa rara costumbre de discursear

Ya en reiteradas ocasiones el cinéfilo de Balvanera tintineó una copa, o mejor dicho, un durex, y pidió un minuto de silencio para exponer sus discursos, algunas veces escritos y otras veces, para desgracia de los oyentes, improvisado. Lo hizo en despedidas de fin de año, encuentros del grupo, en su cumpleaños, y hasta pretendió escribir y leer discursos de agradecimientos en aniversarios de otros.
Lo cierto es que para el día de ayer, 18 de octubre de 2008, fecha de su vigésimo cuarto aniversario, FerchuM preparó unas palabras que guardó bajo llave para leer hacia el final del día. Desafortunadamente, por diversos problemas de organización inesperados, no pudo leer el discurso e inmediatamente se comunicó con nosotros a fin de que lo publicáramos.
A continuación, el discurso que debió leer y no leyó el Sr. FerchuM.


Cumplir 24

por FerchuM


Tanto cuando cumplo años como en los días anteriores acostumbro a experimentar sensaciones de todo tipo. Por un lado, me atacan recuerdos, penas, rara vez alguna que otra alegría, también me surgen autoevaluaciones, críticas, comparaciones, cuestionamientos a decisiones tomadas. Y finalmente, la incertidumbre, esa duda eterna de lo que está por venir, ese apostar a que mañana la vida me va a sorprender, los sueños se me van a cumplir, y voy a alcanzar la felicidad, tal vez sin necesidad de haber logrado un éxito a nivel social, pero sí en lo personal.


Si bien mantengo una confidencialidad cuerpo-alma que me impide contarles mis pensamientos más íntimos, hay cuestiones que en estos últimos años salieron a la luz y que no tengo particularmente inconvenientes en comentárselos. Mi percepción a esta altura de mi vida es, rozando lo trágico, una vida de éxito que le pertenece a algún otro y que yo robé descaradamente. Estoy a muy poco de recibirme de abogado y tengo un trabajo de excelentes condiciones, muy vinculado a esa carrera. Lo paradójico, sin embargo, es que ese éxito no me llenó en lo más mínimo, los logros obtenidos fueron aplaudidos, inclusive por mí, pero nunca me colmaron, ni me emocionaron como debían, y eso porque nunca los consideré propios, o si supe que eran míos no eran los que buscaba.


Allá, por los veinte, aproximadamente, tuve que tomar una decisión difícil. Opté por un camino que supe sería largo y lleno de obstáculos, pero al final de ese camino tremendo se abriría una puerta a un nuevo camino, el que yo quería recorrer. En aquella ocasión pude elegir entre ese camino largo o tomar un atajo. La ventaja del atajo es imaginable, resumidamente giraba en torno a la idea de evitarme un sufrimiento innecesario. La ventaja del camino largo era alcanzar una formación que el atajo no me daría, formación que después me serviría para apreciar con otra pasión ese camino al que deseaba llegar y, para el supuesto desalentador de fracasar en ese recorrido, ya sea por no poder recorrerlo en su totalidad o descubrir al final del mismo un abismo, tener al menos un paracaídas de emergencia.


Como no me gustan las alturas, opté por lo seguro. Claro que en el medio podían pasarme cosas terribles como que los doctrinarios del derecho me lavaran el cerebro, que me muriera, o lo que fuera peor, que me consiguiera una novia que me hiciera perder mi sueño en el afán de sentar cabeza y comenzar una convivencia, o, y pensando en esto toco madera, formar una familia joven con hijos. Afortunadamente, ninguna de las tres cosas pasaron. Y de hecho, el riesgo mayor, el de la familia obviamente, no apareció ni remotamente.


Al margen de ello, hoy, con veinticuatro años recién cumplidos, estoy a pasos de alcanzar esa puerta que se abrirá hacia un nuevo camino, el cual sé que tampoco será sencillo, pero que, a diferencia del ya transitado, me brindará al recorrerlo alegría y satisfacción. Espero que una vez alcanzado una parte importante de mi vida mute, y sea para bien.


Gracias a todos ustedes por seguir siempre a mi lado, bancándome en las buenas como en las malas, y por hacerme sentir y saber que en ustedes puedo confiar de manera incondicional.

domingo, 5 de octubre de 2008

Breve historia de un profesor de ski que remaba y remaba...

por Vanina

Hoy, 5 de octubre, no es un día como cualquier otro, dado que en esta fecha, en años pasados, han ocurrido sucesos claves en la historia de la humanidad, en tanto hubo cinco de octubre en el año calendario, no como ocurriera en 1582, donde por un error de cálculo en el calendario Juliano, debió suprimirse los días comprendidos a partir del cinco hasta el quince del mismo mes, pasando a llamarse el calendario tal como hoy en día, gregoriano.
Sin ir más lejos, hoy se cumplen 144 años del nacimiento de uno de los hermanos Lumierè (Louis Lumierè), quienes fueran creadores del cinematógrafo, y también 46 años desde que Los Beatles editaron su primer single, Love Me Do, que marcaría el inicio de su ascenso musical.

Si bien estos son sólo algunos de los acontecimientos ocurridos algún cinco de octubre, el que a nosotros nos interesa especialmente es aquel ocurrido hace 26 años en la ciudad chica (¿o pueblo grande?) llamado San Martín de los Andes en la provincia de Neuquén. Ese 5 de Octubre de 1982 vino al mundo el señor Leandro Martín Moya Billorian (sí, para los que no lo saben Martu reniega de su primer nombre). Por eso hoy todos los miembros del “Grupo Pelle” le queremos desear un MUY FELIZ CUMPLEAÑOS!!

Martu vivió su infancia en San Martín de los Andes, con su familia y sus amigos y desde los tres años comenzó a tomar contacto con sus amores: la nieve y el ski. Al terminar la secundaria vino para Buenos Aires a estudiar Ciencias de la Comunicación Social ya que creía que la mejor universidad era la UBA. Sin embargo, le costaba mucho adaptarse a la “Gran Ciudad”, además de que vivía con sus tíos en Valentín Alsina lo que lo alejaba bastante de sus otros amigos que estaban en Capital. Por esa razón decidió volverse a San Martín donde dictó clases de ski en el cerro Chapelco.

Ya al otro año volvió a Buenos Aires, pero esta vez alquilando un depto que era una suerte de tumba metalera que compartió junto a sus amigos Maxi y Nico. Luego, se mudaría a un piso alto en Plaza Italia con Nico, con su hermana Mariu y con los dos a la vez.
Además tenía a sus otros amigos Maxi, Leo, Facu, Jordy, Guille, “La enana”, Caro (los nombro a todos para que no se pongan celosos) viviendo cerca y eso lo hacía sentirse bien y contento. Desde ese entonces se quedó en su depto en el que ahora está solo pero espera ansiosamente el regreso de su hermana (que se fue a vivir a Bariloche).

En la carrera le fue y va muy bien, lo cual hace que se encuentre cercano a recibirse, y para colmo tiene un trabajo que le gusta mucho, algunos de sus amigos viviendo en Baires y una novia hermosa (jaja).

La relación de este “susodicho” (también conocido como Martu, Tincho, Moya, “pelado”, “peladín”, “ñoño”, Martín & Martín, Bruce Willis, Stallone, etc.) con el grupete no se remonta a tiempos remotos, sino todo lo contrario. Apareció alrededor de tres años atrás cuando, luego de remarla y remarla, logró conquistar a una de sus integrantes, Vani.

A esta última la conoció en la UBA, en una clase de Taller de Expresión II (cine), allá por el año 2005. Si bien, se trataba de una materia anual, recién en la segunda parte del año Martín y Vani comenzaron a hablar, desde el momento en que la profesora dijo que de los ocho grupos que había debían unificarse en cuatro para hacer el corto final. El grupo de Vani, conocido como “las ñoñas”, no quería saber nada sobre tener que juntarse con el grupo de Tincho dado que en su grupo había un pibe que le chiflaba el moño y que se le daba por escribir guiones en donde él mataba a todos los de la clase incluso a la profesora. Además, este gordito simpático tenía arranques de violencia y agresión. Las malas lenguas dicen que estaba medicado pero que por momentos no quería tomarse la pastillita para hacer más reales las escenas de sus trabajos fílmicos.
De cualquier manera, la opinión del grupo de Vani tenía su reflejo en el grupo de Martu, que tampoco quería unirse al de ella. Si bien no existen certezas acerca de las razones por las cuales no deseaban unirse a ellas, las respuestas se estima que giran en torno a que no les caían bien por ser tan ñoñas. Cuando el grupo de Vani se dio cuenta que no les quedaba más remedio que estar con el grupo del loquito, algunos decidieron ir a cortarse las venas, pero otros se resignaron y fueron a hablar con ellos. Y así comenzaron a relacionarse. Pasado el tiempo “las ñoñas” se darían cuenta que el mayor problema del otro grupo era el loquito, pero con el resto estaba todo más que bien. No ocurriría lo mismo con los miembros del grupo de Martín, que seguían sosteniendo que las chicas eran unas ñoñas totales.
De cualquier manera, comenzaron las negociaciones y se dispuso un perímetro de distancia que el loquito debía mantener respecto de cada chica, e intentar, en la medida de lo posible que ninguna mujer quedase sola con este individuo.
Así fue que se conocieron Martín y Vani. Después de terminar el corto a principios de diciembre, un día y gracias a “Mr. Messenger”, Martín la invitó a salir a Vani. Ella (ingenuamente) aceptó. Se vieron dos veces antes de que él se fuera a su tierra natal de vacaciones. Él ya le había dejado bien en claro que ella le interesaba, pero por cuestiones de la vida, Vani estaba un poco insegura.
Tal vez por casualidad, destino o como quieran llamarlo, ese verano Vani y cuatro amigas se fueron de vacaciones a San Martín de los Andes. Allí Martín estaba con sus amigos y, ya desde el primer momento que Vani pisó tierra neuquina, Martu la llamó para ver que hacían. Ese día a la noche se encontraron todos. Todos los días a pesar de loa intentos de Vani de resistirse (porque no quería ilusionarlo) se vieron. Durante esos días que Vani y sus amigas (Brendi, Dani, Ari y Caro) pasaron en San Martín, vieron todos los días a Martín y sus amigos, tanto de día como de noche. Vani se resistía bastante. Hay varias teorías: algunos dicen que Vani era una “histérica”, otros que “no estaba segura”, “que le daba vergüenza”, etc. Pero por un poco de todo esto, Vani no quería darle un beso a Martín en público y a veces lo ignoraba.
Obviamente que el día del boliche y con unas copas de más, Vani se animó. Pero después, todo, otra vez volvieron las cosas a como si nada. Brendi insistía que Vani lo tratara bien, que Martu le caía bien, se lo vendía muy bien la muy guacha. Hasta que finalmente (no se sabe bien por qué) pero el último día de la estadía de las chicas en San Martín, “los tortolos” concretaron. Y de ahí en adelante (a pesar de alguna interrupción) no se separaron más.
Martu acompañaba a algunas salidas a Vani y así fue que fue entrando en los corazones de cada uno de los que forman parte del “Grupo Pelle” y con su simpatía, su alegría, sus chistes, su amistad, los conquistó. Por eso, hoy le queremos desear un MUY FELIZ CUMPLE a MARTÍN. ¡Lo queremos mucho!

¡¡¡Te amo muchooo, ñoñis!!! ¡¡¡¡Y que los cumplas muyyyy feliz!!!!

En esta foto puede apreciarse a Martín atrapado por las garras de la carcelera, su novia Vanina. Segundos antes habría recibido una orden por parte de la misma para que no realizara gestos obscenos a la cámara.